domingo, 12 de octubre de 2008

Me siento afortunada por lo mucho que me da la vida.

Canadá, 07 de Octubre de 2008

Hay un anuncio en televisión (no deberia hacer publicidad) de Aquarius (ups se me escapó) en el que un señor mayor con acento argentino dice al final del spot:

“EL SER HUMANO ES EXTRAORDINARIO”

Pues eso es exactamente lo que yo pienso, cuando leo vuestros mensajes.

En mi anterior escrito os comentaba lo difícil que es vivir en este mundo tan competitivo. Debo confesar que muchas veces me desmoralizo y llego a preguntarme: ¿qué hago yo luchando contra corriente?.

Siento como si el resto del mundo fuese a 120 kms/hora por una autovía y yo hubiese elegido el camino más angosto y largo. Y es exactamente en esos momentos cuando decido entrar en estas páginas y leo uno por uno vuestros mensajes; y siento como si me hubiese tomado ¡7 Redbulls! (¡alaaa! ¡otra vez con la publicidad!. ¿No será síntoma de estar viendo ultimamente demasiada televisión? Upssssssssssssss que vergüenza…)

Me pregunto cuánta gente hay en el mundo que jamás ha recibido ni una milésima parte del cariño y el coraje que recibo yo.

¡Cómo no sentirme afortunada si tengo a mi alrededor a tanta gente que me quiere!

Debo confesar que aunque me gusta bailar lo que más me gusta, y con diferencia, es enseñar.

El subir a un escenario, me permite liberar mi fantasía, convertirme en alguien soñado, ser etérea y transformarme en música, en brazos, o incluso en flor; ser una reina o un simple títere, ser cualquier cosa que jamás se pueda soñar.

Pero cuando doy clases me siento ante todo HUMANA, la fantasía pasa a un segundo plano y esa conexión con el público, que en el teatro pendía de un hilo… en un estudio se convierte en un cableado de banda ancha.

Ya no se trata de mí, se trata de ellos, de esos alumnos que tengo frente a mí, mostrándome una confianza ciega, abriendose a corazón abierto, mostrándome sin tapujos su respeto y dándome lecciones de vida. Se convierten en una frágil y preciosa materia prima, moldeable y personal al mismo tiempo. ¿Qué artista no se rendiría ante tal encanto?

Cada día doy gracias por haber nacido artista, ¡ ya lo decia mi madre! cuando de bebé me desperezaba en sus brazos tras mi sueñecito lechal, ella decía a mis hermanas: “mira sus manitas, ésta será como mínimo bailaora….”

¡Como mínimo mamá! como mínimo… como máximo PROFESORA.

Con el permiso de todas mis alumnas este relato deseo dedicarlo a alguien tremendamente especial para mí: NORIKO SAN.